El Arte no se gobierna ni se regala

Más que una simple profesión, el arte es una forma de lidiar con los espejismos del espíritu humano, una conexión profunda que impulsa a las personas a expresar lo que sienten. A través de un lienzo, una partitura o una danza, se transmiten emociones y pensamientos que permiten conectar con los demás.  El arte es ese impulso que mueve, conecta y otorga sentido a la vida; en su esencia, es ingobernable.

¿Por qué no se gobierna?

Al referir el término de gobernar, se tiende a pensar en dar o recibir órdenes, en leyes que regulan y estructuran la conducta de las personas. Sin embargo, el arte no responde a esta forma de organización; el arte es libertad, es una expresión pura y genuina que no se somete a restricciones.

Intentar someterlo a reglas o imponer un valor estrictamente funcional desvirtúa su verdadera naturaleza. No se trata de gobernar el arte, sino de comprenderlo y apreciarlo por lo que es: libre y profundo.

¿Por qué no se regala?

Por otro lado, el arte tampoco puede regalarse. Para el artista, el arte es algo más que un medio de expresión; es también un medio de vida. Es lo que permite satisfacer sus necesidades y sustentar su día a día.  Esta realidad suele ser incomprendida por quienes no ven el arte como un sustento y emiten juicios que desvalorizan el esfuerzo del artista.  Por eso es común escuchar frases como:

  • ·         eso no da dinero,
  • ·         deberías estudiar algo que te asegure un futuro,
  • ·         es una perdida de tiempo.

Menospreciar el arte de esta manera es equivalente a afirmar que puede regalarse sin mayor problema. Pero, al igual que un médico, un abogado, un ingeniero o un diseñador no regalan su trabajo ni su conocimiento, un artista tampoco debe hacerlo. 

Para entender esto mejor, es útil reflexionar sobre las veces que se ha disfrutado de una deliciosa comida, ya sea en casa de un amigo o en un restaurante. En ambos casos, se valora el esfuerzo de quien preparó esa comida: en un restaurante, se paga el precio justo por el platillo; en casa, se agradece la generosidad del anfitrión.

Del mismo modo, un pintor puede obsequiar un cuadro a alguien especial o venderlo. Lo mismo sucede con el canto y la música: un artista puede compartir su talento en una celebración o evento especial, pero no debería hacerlo siempre de manera gratuita, porque eso desvaloriza su esfuerzo, su preparación y su compromiso con su profesión. 

El arte no es solo una manifestación de talento o una fuente de placer, sino una verdadera profesión que implica dedicación, habilidad y arduo trabajo. Es una disciplina que exige respeto, no solo por el producto final, sino también por el proceso y el sacrificio que está detrás de cada creación.

Reconocer este valor significa darle al artista el lugar que merece en la sociedad, comprendiendo que su trabajo, como cualquier otra profesión, implica dedicación, esfuerzo y habilidades que deben ser valoradas y compensadas adecuadamente.

En conclusión, el arte no se gobierna ni se regala; es una forma de expresión invaluable que enriquece nuestras vidas y merece el respeto y la consideración de todos. Solo así podremos garantizar que el arte siga   contribuyendo a la cultura,   la diversidad y la riqueza de la humanidad.

 
¡Un abrazo, lleno de amor y pasión por el arte!

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